El ácido hialurónico (AH) se suele
obtener de fuentes naturales de origen animal, como las crestas de los gallos, la aleta de tiburón, los residuos del procesado de pescado (intestinos, ojos..) y el cordón umbilical
(otra de las fuentes principales de este compuesto es
el humor vítreo y líquido sinovial de las articulaciones del ganado vacuno, pero a raíz de los gravísimos casos del “mal de las vacas locas” estas
fuentes de ácido hialurónico están sometidas a fuertes restricciones en cuanto
a su uso y comercialización).
La cresta de los gallos es la principal fuente de AH |
Con un precio que en 2004 rondaba la
nada desdeñable cifra de 5.000 euros el kg, el ácido hialurónico hoy en día nos
resulta familiar por su inclusión en productos de cosmética (cremas y geles),
para combatir y prevenir el envejecimiento.
Sin
embargo, lo cierto es que este polisacárido presenta múltiples aplicaciones de
tinte terapéutico, que van más allá de la estética…
¿Qué es el ácido hialurónico…?
En 1934 el farmacéutico alemán Karl Meyer y su colega John
Palmer aíslan en el laboratorio de oftalmología de la universidad una sustancia hasta
entonces desconocida a partir del humor vítreo de los ojos de las vacas. Descubrieron que esta sustancia contenía dos macromoléculas de azúcar, y que una de ellas era ácido glucurónico. Así, decidieron darle el
nombre de ácido hialurónico -de hialoide (vítreo)
y ácido urónico-.
Aunque sospecharon desde el
principio que esta sustancia que permitía al ojo conservar su forma podría tener
variados usos terapéuticos, será en 1942 cuando el científico húngaro Endre Balazs utilizará las
técnicas de Meyer para sintetizar este ácido a partir de las crestas de los gallos, que hoy en día continúan
siendo las fuentes de ácido hialurónico más empleadas y rentables, y registrará así el primer uso comercial
de este ácido, como sucedáneo de la clara
de huevo en los productos de pastelería.
¿Para qué sirve…?
Al igual que los sulfatos
de condroitina, el ácido hialurónico es un polisacárido que presenta función
estructural y existe en la sinovia, el humor vítreo y el tejido conjuntivo colágeno de infinidad de organismos.
En seres humanos destaca su
concentración en las articulaciones, los cartílagos y la piel. En un hombre de 70 kilogramos podemos
encontrar un total de 15 gramos de ácido hialurónico, y un tercio de éste se
degrada y sintetiza cada día.
De consistencia viscosa, el
ácido hialurónico, que está compuesto por cadenas de carbohidratos complejos, se caracteriza por retener
grandes cantidades de agua y por adoptar una conformación extendida en estado de disolución, por lo que resulta
de gran utilidad a la hora de acojinar o lubricar (factor esencial en las
articulaciones).
Su uso
en cosmética, el
sector de mayor demanda, se
conoce desde 1996, aunque su
espectro de posibilidades en otros campos médicos es casi infinito.
Su interés
cosmético radica en que al poseer la capacidad de retener el agua en un
porcentaje equivalente a miles de veces su peso, resulta ideal para la
hidratación de la epidermis y para
reconstituir las fibras que sostienen los tejidos de la piel.
Su
potencial a la hora de desarrollar colágeno, retener
agua y
materia de relleno cutáneo, le ha otorgado una
gran demanda dentro del sector de la cosmética,
la cirugía estética y
la odontología estética.
También se utiliza para
favorecer la cicatrización de heridas y úlceras de
decúbito en aplicación tópica,
para
sustituir el líquido sinovial perdido durante las artroscopias o en
sesiones de mesoterapia…
Sin embargo,
el uso principal del ácido hialurónico en medicina se circunscribe al ámbito de la belleza y cosmética: como
material de relleno en cirugía y odontología estética.
Estimula la producción de colágeno
Y es que
este material, además de alisar los pliegues
subcutáneos,
estimula la producción de colágeno, lo que
multiplica y prolonga el resultado
rejuvenecedor.
Destaca
en relleno y contorneo de labios y pómulos, para
alisar la frente y
las marcas cutáneas, y también se administra para reducir las cicatrices
del acné severo
y otros problemas cutáneos que ocasionen pérdida de piel. El ácido
hialurónico se inyecta justo bajo la piel, donde está la arruga.
También
se emplea en clínicas de fertilidad, para el tejido conjuntivo o conectivo, en el aumento de volumen de
los tejidos y como suplemento nutricional para las articulaciones en
tratamiento por dolor o con osteoartritis. El
ácido hialurónico también es capaz de eliminar los radicales
libres, los subproductos dañinos para el tejido derivados del metabolismo del oxígeno, que son
responsables tanto de inflamaciones como del temible cáncer.
Se le ha
dado uso en la cirugía ocular veterinaria y se tiene constancia de
resultar efectivo en el tratamiento de la cisittis intersticial, a partir de
instilaciones vesicales.
Condroprotector y
cicatrizante
Aunque el efecto del ácido
hialurónico en las articulaciones revela mejorías a medio y largo plazo (más
que inmediatas), numerosos experimentos han demostrado que puede acelerar la recuperación de forma asombrosa después de sufrir
un esguince, ya que es capaz de formar una cicatriz en los
ligamentos lesionados.
En este mismo camino, los
resultados obtenidos en el estudio de pacientes con artrosis de
rodilla desvelan que a los seis meses de iniciado el tratamiento con
inyecciones intraarticulares de hialurónico, tanto la concentración de líquido
sinovial, como la viscosidad y elasticidad habían aumentado en un porcentaje
notable.
El ácido hialurónico se aisló por primera vez a partir del humor vítreo vacuno |
“Los milagros… en Lourdes”
No obstante los beneficios
y cualidades asombrosas que presenta esta sustancia, conviene señalar y “alertar”,
fundamentalmente en el
campo de la estética y cosmética, que pese a sus virtudes y propiedades, el ácido
hialurónico no es capaz de obrar milagros, y son muchos los expertos y organizaciones que advierten de sus limitaciones en cuanto a efectividad y resultados en
los tratamientos a base de cremas y geles que tanto se anuncian hoy en día en los medios, y que
prometen la eterna juventud en tiempo record, con sospechosos asteriscos que
remiten a estudios realizados y que finalmente arrojan cierta incertidumbre,
subjetividad y ambigüedad, y escasas evidencias de la efectividad en los términos
en que se postula.
No hay comentarios:
Publicar un comentario