miércoles, 15 de abril de 2015

La cresta del gallo, en la cresta de la ola… 5.000 euros el kilogramo; ácido hialurónico, de las pastelerías en los años 40, a la revolución en cosmética y cirugía estética en los 90.


El ácido hialurónico (AH) se suele obtener de fuentes naturales de origen animal, como las crestas de los gallos, la aleta de tiburón, los residuos del procesado de pescado (intestinosojos..) y el cordón umbilical (otra de las fuentes principales de este compuesto es el humor vítreo y líquido sinovial de las articulaciones del ganado vacuno, pero a raíz de los gravísimos casos del “mal de las vacas locas estas fuentes de ácido hialurónico están sometidas a fuertes restricciones en cuanto a su uso y comercialización).

La cresta de los gallos es la principal fuente de AH


Con un precio que en 2004 rondaba la nada desdeñable cifra de 5.000 euros el kg, el ácido hialurónico hoy en día nos resulta familiar por su inclusión en productos de cosmética (cremas y geles), para combatir y prevenir el envejecimiento.

Sin embargo, lo cierto es que este polisacárido presenta múltiples aplicaciones de tinte terapéutico, que van más allá de la estética…

¿Qué es el ácido hialurónico…?


En 1934 el farmacéutico alemán Karl Meyer y su colega John Palmer aíslan en el laboratorio de oftalmología de la universidad una sustancia hasta entonces desconocida a partir del humor vítreo de los ojos de las vacas. Descubrieron que esta sustancia contenía dos macromoléculas de azúcar, y que una de ellas era ácido glucurónico. Así, decidieron darle el nombre de ácido hialurónico  -de hialoide (vítreo) y ácido urónico-.

Aunque sospecharon desde el principio que esta sustancia que permitía al ojo conservar su forma podría tener variados usos terapéuticos, será en 1942 cuando el científico húngaro Endre Balazs utilizará las técnicas de Meyer para sintetizar este ácido a partir de las crestas de los gallos, que hoy en día continúan siendo las fuentes de ácido hialurónico más empleadas y rentables, y registrará así el primer uso comercial de este ácido, como sucedáneo de la clara de huevo en los productos de pastelería.


¿Para qué sirve…?


Al igual que los sulfatos de condroitina, el ácido hialurónico es un polisacárido que presenta función estructural y existe en la sinovia, el humor vítreo y el tejido conjuntivo colágeno de infinidad de organismos.

En seres humanos destaca su concentración en las articulaciones, los cartílagos y la piel. En un hombre de 70 kilogramos podemos encontrar un total de 15 gramos de ácido hialurónico, y un tercio de éste se degrada y sintetiza cada día.

De consistencia viscosa, el ácido hialurónico, que está compuesto por cadenas de carbohidratos complejos, se caracteriza por retener grandes cantidades de agua y por adoptar una conformación extendida en estado de disolución, por lo que resulta de gran utilidad a la hora de acojinar o lubricar (factor esencial en las articulaciones).



Su uso en cosmética, el sector de mayor demanda, se conoce desde 1996, aunque su espectro de posibilidades en otros campos médicos es casi infinito.
Su interés cosmético radica en que al poseer la capacidad de retener el agua en un porcentaje equivalente a miles de veces su peso, resulta ideal para la hidratación de la epidermis y para reconstituir las fibras que sostienen los tejidos de la piel.
Su potencial a la hora de desarrollar colágeno, retener

 agua y materia de relleno cutáneo, le ha otorgado una

 gran demanda dentro del sector de la cosmética

la cirugía estética y la odontología estética.

También se utiliza para favorecer la cicatrización de heridas y úlceras de decúbito en aplicación tópica, para sustituir el líquido sinovial perdido durante las artroscopias  o en sesiones de mesoterapia
Sin embargo, el uso principal del ácido hialurónico en medicina se circunscribe  al ámbito de la belleza y cosmética: como material de relleno en cirugía y odontología estética.

Estimula la producción de colágeno

Y es que este material, además de alisar los pliegues 

subcutáneos, estimula la producción de colágeno, lo que 

multiplica y prolonga el resultado rejuvenecedor.

Destaca en relleno y contorneo de labios y pómulos, para alisar la frente y las marcas cutáneas, y también se administra para reducir las cicatrices del acné severo y otros problemas cutáneos que ocasionen pérdida de piel. El ácido hialurónico se inyecta justo bajo la piel, donde está la arruga.
También se emplea en clínicas de fertilidad, para el tejido conjuntivo o conectivo, en el aumento de volumen de los tejidos y como suplemento nutricional para las articulaciones en tratamiento por dolor o con osteoartritis. El ácido hialurónico también es capaz de eliminar los radicales libres, los subproductos dañinos para el tejido derivados del metabolismo del oxígeno, que son responsables tanto de inflamaciones como del temible cáncer.
Se le ha dado uso en la cirugía ocular veterinaria y se tiene constancia de resultar efectivo en el tratamiento de la cisittis intersticial, a partir de instilaciones vesicales.

Condroprotector y cicatrizante

Aunque el efecto del ácido hialurónico en las articulaciones revela mejorías a medio y largo plazo (más que inmediatas), numerosos experimentos han demostrado que puede acelerar la recuperación de forma asombrosa después de sufrir un esguince, ya que es capaz de formar una cicatriz en los ligamentos lesionados.

En este mismo camino, los resultados obtenidos en el estudio de pacientes con artrosis de rodilla desvelan que a los seis meses de iniciado el tratamiento con inyecciones intraarticulares de hialurónico, tanto la concentración de líquido sinovial, como la viscosidad y elasticidad habían aumentado en un porcentaje notable.

El ácido hialurónico se aisló por primera vez a partir del humor vítreo vacuno



“Los milagros… en Lourdes”

No obstante los beneficios y cualidades asombrosas que presenta esta sustancia, conviene señalar y “alertar”, fundamentalmente en el campo de la estética y cosmética, que pese a sus virtudes y propiedades, el ácido hialurónico no es capaz de obrar milagros, y son muchos los expertos y organizaciones que advierten de sus limitaciones en cuanto a efectividad y resultados en los tratamientos a base de cremas y geles que tanto se anuncian hoy en día en los medios, y que prometen la eterna juventud en tiempo record, con sospechosos asteriscos que remiten a estudios realizados y que finalmente arrojan cierta incertidumbre, subjetividad y ambigüedad, y escasas evidencias de la efectividad en los términos en que se postula.


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