Viaje al corazón de la literatura rusa en dos cuentos magistrales: Los espectros y Las tinieblas, de Leonid Andréiev

Leonid Andréiev (1871-1919), popular novelista y dramaturgo ruso, se adentra en el universo literario de la mano de Gorki, mentor, amigo y “rival”, que opone su realismo al simbolismo de un Andréiev comprometido con los movimientos revolucionarios de la Rusia de finales del XIX, principios del XX, a los que, en no pocas ocasiones, cedería la clandestinidad de su domicilio para la celebración de reuniones de tinte político.

Autor de éxito en la sociedad del momento, Andréiev refleja en su literatura los resortes más complejos de las almas, para detenerse especialmente en el tinte triste y trágico de ese pálpito hondo, común a todos los humanos.
Sin embargo, lejos de profundizar en la tormenta interior que asola las psicologías de los hombres (espacio reservado a la magistral pluma de su compatriota FédorDostoiewski), Andréiev opta por la pincelada aséptica, libre de juicios, y casi libre de las huellas que desenmascaran al autor tras el relato; Andréiev aborda el mundo interior de sus personajes desde el mismo prisma en que éstos se sitúan.

Aunque en su producción destacan sensacionales novelas, como Los Siete ahorcados, Diario de Satanás y Risa roja, y varias obras de teatro (El Pensamiento, La vida del Hombre, Anfisa, Océano...), dedicaremos estas líneas al análisis y comentario de dos de sus mejores cuentos: Los espectros y Las tinieblas (1916).

Títulos sugerentes, enigmáticos e inquietantes, que de forma tan singularmente escueta anticipan la temática y esencia de ambas narraciones, en las que predomina el plano existencial, lo profundamente humano.

Aquelarre de Goya en la cubierta
Los espectros

Entendida la locura como un método de evasión que todos ponemos en práctica para huir de nosotros mismos, de la vida, de la realidad, de la exigente y cambiante sociedad, Andréiev se detiene en aquellos que, llegados a este punto, son incapaces de regresar...

Estructurado en seis capítulos, el cuento presenta una realidad que está al margen de la realidad; un conjunto de personajes más o menos desgraciados, que forman parte del universo del sanatorio mental en que se encuentran recluidos, con sus particulares obsesiones, sus gigantescos monstruos, su desprotección, su mundo paralelo y ajeno, próximo en exceso a ese otro mundo, el mundo de los cuerdos, que está encarnado por el doctor y la enfermera; personajes ambos que sufren en silencio su propia neurosis, esa locura personal que muestra la fragilidad de las almas, y que pone al descubierto la sutil e invisible línea que separa a unos de otros (los cuerdos, los locos).

Andréiev nos lleva a lo largo del cuento, sin crueldad, sin exceso de dramatismo, sin ahondar en la tragedia, frente a esa incertidumbre inherente a la vida, capaz de traspasar en cualquier momento la delgada línea de la cordura, tal como lo hicieron en su día “el perseguido y atormentado Petrov, o el simpático e incansable Pomerántsev”, dos de los pacientes mentales del cuento.

El autor ahonda en la relación causa-efecto de las equivocaciones existenciales, educacionales, de la falta de cariño, de las necesidades del alma... y de la locura como resultado posible y plausible.

Carencias y vivencias que marcan el devenir de todos los personajes, y que presentan la locura como un estado intermedio que se va adquiriendo con los años. Porque para Andréiev, la locura  parte de la experiencia que marca y forja la vida de cada individuo, y se convierte después en eso, en obsesión, en locura... locura de la que Andréiev hace responsable a la sociedad, por sus errores y deficiencias.

Complejo ejercicio el del autor, que parte de la paradoja de los criterios que juzgan y diferencian al loco del cuerdo, y que demuestran que todos arrastramos fantasmas, locuras, frustraciones e inconfesables monstruos.



     Las Tinieblas

A lo largo de los también seis capítulos de este cuento, Andréiev vuelve a abordar en Las tinieblas la problemática interna de las almas atormentadas por su realidad, por su pasado, por su destino, por sus fobias e ideales.  Y al igual que Jean Jacques Rousseau y en contraposición a Thomas Hobbes, Leonid Andréiev persevera en sostener el principio que apela a la bondad intrínseca e inherente al ser humano.

De nuevo nos encontramos en el relato con la dualidad de las personalidades; dualidad casi esquizoide que se abalanza con la misma pasión sobre los conceptos del bien y del mal en el alma humana.

Hombres y mujeres atormentados por sus pecados, solos, abandonados, arrojados a la vida y al mundo (como sostenía Schopenhauer), temerosos y valientes al mismo tiempo, que dibujan el entorno social de la Rusia revolucionaria del momento.

Sectores sociales levemente perfilados; no así el análisis moral, que se lleva a cabo a partir del prodigioso intercambio de éticas y almas en que se verán involucrados los protagonistas.

Y  otra vez el autor subraya en el cuento lo delgada que es la línea que separa unos estados de otros, que permite colocarse con facilidad en esa otra identidad, en otra piel... y que en consecuencia otorga la capacidad de conmoverse y redimirse al verse reflejado, al saberse idéntico a “otro Yo”.

Locura, cordura, pureza y corrupción; el bien, el mal... la eterna pregunta, la eterna lucha, la incesante dialéctica que tortura al hombre desde que es hombre, y que tan magistralmente supieron captar los escritores rusos, entre los que sin lugar a dudas ocupa un lugar destacado Leonid Andréiev.

Ficha: Andréiev, Leonid/ Ediciones Destino/Colección Cuadernos de Bitácora

ISBN:84-233-1760-9/149 pág.