"Cuando desaparece un perro noble y valiente, el mundo se torna más oscuro. Más triste y más sucio".


          Así, con ésta sentida frase, el académico Pérez-Reverte "abre y cierra" la compilación de artículos que conforman la obra: Perros e Hijos de Perra.


   

    “(…) En qué se fundarán esos imbéciles 

 para creer que vale más un ser humano (...) 

que la lealtad , la honradez y los sentimientos

 de un perro (…). Pág. 70.”
A veces pienso que sí, que se sienta a mi lado a leer de verdad.

               
                De casta le viene, como al galgo, como a Sherlock , “ese teckel de pelo duro oriundo de Segovia”. De esa casta de “a mucha honra”, que te hace sentir, gota a gota y hasta la misma médula, la letra, el idioma, el orgullo de la enorme riqueza de la lengua española.

                Esa casta de cuna curtida… curtida de miradas, de imágenes, de estampas retenidas, tamizadas en el alma, hechas callo ya, que te devuelven a la senda de la vida, en el mismo momento en que ésta palpita.

                Y es que aunque tal como él mismo comenta “(… )salvo en casos de auténtico encefalograma plano, lo que el arriba firmante teclea en estos artículos dominicales lo puede entender todo cristo (…) pág. 23”, en Arturo Pérez-Reverte se conjugan y alían las características y cualidades de lo mejor de lo mejor de nuestra literatura (Quevedo, Larra, Lorca, Azorín, Machado, Valle-Inclán, Unamuno, Juan Ramón…)

                Ácido, perspicaz, combativo; irónico, amargo y oscuro; plástico y ágil, visceral y excéntrico, escéptico, crítico, lírico… ¡¡GENIAL!!

Y así,  Perros e Hijos de Perra, te va afinando las cuerdas del corazón

Narra anécdotas de la vida, abandono, sufrimiento, tortura  y muerte de algunos perros… De la suerte de otros muchos, como los suyos, los de Reverte; de la valentía, lealtad, y nobleza; de la amistad incondicional y total entrega.

“(…) Nadie ama como ellos aman (…)”. Pág. 74

                Veintidós artículos en los que redundará, también, en lo mucho que de indigno, siniestro y rastrero tenemos los seres humanos. Lo terriblemente crueles, desagradecidos e insensibles que podemos llegar a ser. Lo poco que en verdad merecemos la gracia de gozar de las maravillas del planeta, y lo nada que nos merecemos, desde luego, la fidelidad y lealtad de ningún perro.

                (…)Podría desaparecer la Humanidad entera. Podrían diezmarnos las catástrofes y las guerras y caer chuzos de punta e irnos todos a tomar por saco, y el planeta Tierra no perdería gran cosa. Al contrario: ganaría en armonía natural y en alivio. Pero cada vez que desaparece un animal silencioso, bueno y leal como era el perro del que les hablo –se llamaba Sombra – este mundo de mierda resulta menos generoso, menos habitable y menos noble (…)”. Pág. 27

Un libro ameno, ágil, para casi todos… artículos que te harán reír, llorar, sufrir, rabiar, pensar y reflexionar.

“(…) malditos sean también los alcaldes, los policías municipales y los guardias civiles y todos los demás que lo saben y lo consienten. Y es que hay chusma infame, gentuza sin conciencia, salvajes miserables a quienes sería insultar a los perros llamar hijos de perra (…)”. Pág. 64

Un libro que te llega, y que te llena… sobre todo si también tienes profundas cicatrices, heridas que aún sangran, ausencias y vacíos muy marcados, brumas, nostalgias y lágrimas; colecciones de miradas, DE ESAS MIRADAS, de cabriolas y brincos, de caricias y abrazos, de bellos paseos, de noches en vela e inolvidables momentos.

Nada hay tan limpio y sincero como la mirada de un perro.


“(…) A menudo, un perro acaba haciéndote mejor persona (…)”. Pág. 121

                Por mi parte, coincido con el autor en todo… tengo y tendré, por mucho tiempo que pase, por muchos perros que a lo largo del camino me acompañen, la eterna sensación de que siempre me sentiré pequeña… ante tamaña grandeza… la suya, la de los perros…

         “(…) la muerte de ciertos seres humanos me tiene a veces sin cuidado; pero la de un perro no me deja nunca indiferente (…)”. Pág. 105.

         Al margen de recomendar la lectura del libro por diversas razones (pero sobre todo porque siempre se aprende algo con Pérez-Reverte),  no voy a ensalzar más la virtuosa forma de hacer y escribir, de pensar y narrar de éste sensacional “cronista”.

                Y ya que había prometido hablar de mascotas en alguna que otra ocasión, y dado que me gustaría ofrecer una pequeña contribución a la colección de artículos sobre perros, ahí va otra historia sobre la vida de un “perro cualquiera”… mi perro:

                Primeros de febrero, costa gallega. Frio, bruma, viento; humedad que penetra hasta el tuétano, paraliza y congela.

                A primera hora de la mañana del 14 de febrero (día de San Valentían , San Fortunato, otro porrón de Santos y Santas, y día de los enamorados), los empleados de la hípica Casas Novas, en Arteixo (A Coruña), se disponen a tirar la basura…

¡¡Sorpresa!!. Dentro del contenedor, arrojados como material de desecho, nueve perros recién nacidos.

Arrojado al contenedor, junto a sus ocho hermanos.


                 El día comienza cuesta arriba… “¿Qué diablos vamos a hacer con todos estos perros?”.

                No sé muy bien cómo idearon y se las ingeniaron, pero lo cierto es que, “Todos a Una”, como en Fuenteovejuna, estos anónimos héroes hicieron trampas al destino, y se encargaron de proporcionar calor y cuidados a esa tropa de cachorros que algún desalmado y desgraciado malnacido había decidido considerar como residuo orgánico.

                Cinco días después, ocho de los nueve perros habían sido felizmente adoptados. Todos menos uno.

Por aquel entonces yo trabajaba en un centro veterinario. Y allí se presentó una de las rescatadoras, desesperada, con la criatura en cuestión que no había tenido tanta suerte como sus hermanos, en busca de alguien que, compasivo, enternecido y dispuesto, se hiciese cargo de aquella bola blanca de pelo de apenas 500gr, que tenía los ojos cerrados y el cordón umbilical aún colgando, y a la que no podía continuar cuidando.

Y yo, que ya tenía más que cubierto el cupo de compañeros e inquilinos (perros, cobaya y gatos), que ni ganas, ¡¡vaya!!, de complicar más aún mi existencia… dije que sí, que me encargaría de darle el biberón cada tres horas, y de encontrarle un buen hogar, una vez estuviese convenientemente “destetado”…

Tenía poco más de un mes la criaturilla, aquel “osito polar” que engullía los biberones “de penalti” (apuntando ya maneras de la “bestia parda” que iba a ser, mitad mastín mitad “vete tú a saber”), cuando el que fuera mi leal compañero del alma durante nueve años, mi dulce y noble gladiador, decidió “dejarnos”.


El corazón se me rompió en cientos y miles de dolorosos y afilados pedazos, que definitivamente inclinaron la balanza, y convinieron en que no, en que finalmente, el tragoncete meón no se iría a ninguna parte

Han pasado casi cuatro años, y aquí está, a mi lado; patas arriba en el sofá, roncando. Se llama Torrón, es tozudo como una mula, algo “falsete” cuando le interesa, y bastante sinvergüenza… ¡¡todo un amor, también!!, al que quiero con toda el alma…

Torrón, cómodo, feliz y sereno... en el sillón;
NO EN UN CONTENEDOR


Va por ellos, los empleados de la hípica de Arteixo, por su notable y loable gesto, por haber rescatado de una muerte segura a aquella camada de perros… a mi perro… Y va por Reverte, “ese perro viejo que, ¡¡gracias a Dios!!, no sólo ladra, también muerde”.

Ficha: Título: Perros e Hijos de Perra/ Autor: Pérez-Reverte, Arturo/Editorial: Alfaguara Ilustraciones: Ferrer-Dalmau, Augusto/ ISBN: 978-84-204-1786-8 
Págs. 156.



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