lunes, 2 de marzo de 2015

Otra historia de PERROS

Un villano con sentimientos

                Estaba siendo una de esas tardes de “órdago”; el teléfono echando chispas, la sala de espera hasta los topes, "urgencias urgentes", los proveedores con sus catálogos de novedades haciéndose a un lado, el sistema que “se cae”, la mercancía que llega de golpe y a la vez… en esas estábamos, en fin,  cuando con apuro evidente se acercan al mostrador dos hombres y un perro.

Braco húngaro cachorro. Fotografía  1001 Perros.


        El primero de ellos, un taxista de la ciudad, me explica que el “pedazo armario de dos por dos” que le acompaña, un tipo rubio de ojos azulísimos, fornido como un titán y de más de dos metros de altura, es alemán y tiene que coger un tren dentro de una hora, pero necesita dejar al perro en algún sitio durante dos noches más o menos

           Le explico que nosotros no tenemos servicio de residencia canina, chapurreamos en inglés unos instantes, y pese a que no podíamos en verdad ofrecer tal servicio, dada la urgencia del asunto, decido hacer venir a unos de los jefes y comentarle la situación. El santo del jefe decide "que bueno, que vale; que nos ocuparemos del perro durante esos dos días"… y así, tras dejarnos los datos y querer abonar por adelantado, el hombretón y el taxista ponen rumbo a la estación.

        Acomodé al perro en el hospital. Era un braco húngaro de 14 meses, se llamaba Buch. Estaba bien cuidado y alimentado. El pelo brillante y modales impecables.
        Pasaron los dos días, y otros tantos, y otros tantos más… y ni rastro del alemanote. Llamamos al número que nos había facilitado, pero no obtuvimos respuesta.

        En esta papeleta nos encontrábamos cuando a los pocos días recibimos una carta, en español, en la que el hombretón nos decía que padecía un cáncer terminal, y que nos quedásemos con el perro; adjuntaba toda la documentación, papeles y pedigrí del animal, cartilla sanitaria, etc.

        Apenados, sorprendidos… y conscientes de que el animal, aunque bien atendido, necesitaba otro tipo de vida más allá de la clínica, el bueno del jefe que asumió la responsabilidad inicial, pensó que podría llamar a un cliente y amigo que tenía perros de caza, amante de los mismos y preocupado por ellos como si de sus hijos se tratase, para que se hiciese cargo de él definitivamente.

        Así fue. Y pronto Buch mostró todo el potencial que como perro de caza tenía, y pronto se sintió feliz y contento con sus nuevos amos y compañeros de aventuras.

Ejemplar de Braco Húngaro. Foto Larousse del Perro. 


        A los dos meses aproximadamente de todo aquello, entró un tipo en la clínica identificándose como policía judicial, preguntando si habían estado por allí un perro y un tipo que… la descripción, dadas las singulares características del individuo (corpulencia, altura, rasgos…), casaban a la perfección con Buch y el alemán en estado terminal, al que ya dábamos por más que muerto.

        Le dijimos que sí, le contamos la historia, le enseñamos la carta, etc., etc…. Al final, ni cáncer ni nada de nada… según el oficial de policía, aquel alemán estaba buscado por la Interpol por delitos que mejor no mencionar, y que desde luego no era ningún angelito del que apiadarse…

        -“Eso sí” – subrayó el agente. –“Lo que no puedo negar ni discutir es que al perro lo quería con locura, porque hasta que no lo dejó en un lugar seguro y en buenas condiciones, a salvo y con buena gente, estuvo huyendo y atravesando Europa con él, multiplicando riesgos de ser localizado, entorpeciendo su fuga, y soportando serias dificultades… Es más, si no llega a ser por el detalle del perro, probablemente no habríamos podido seguir su pista hasta aquí…”

        Desconozco si el fulano en cuestión fue capturado o no… lo que sí sé es que Buch vive una vida de ensueño… y eso se lo debe al “criminal” que un día fue su dueño… el que se jugó la vida y la libertad por poner a salvo a su amigo de cuatro patas…


        Lo dicho, un villano, sí… pero con sentimientos.

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