miércoles, 11 de febrero de 2015

El espejo de Blancanieves visto por sí mismo

            El monólogo cómico, atemporal y siempre en boga, viene a ser algo así como una caricatura. Se trata de recrearse en la exageración y disección de las singularidades y detalles de……, con precisión de cirujano y minuciosidad escrupulosa. Abordar desde un ángulo insólito, buscar los “tres pies del gato” (y encontrarlos), para dar “esa vuelta de tuerca” capaz de destapar y desnudar, bajo el tibio crisol de la risa que todo lo absuelve y condona.

            Es el arte de la introspección e intromisión, sin orden judicial ni espíritu de enmienda, en "territorio comanche"; en el orden de lo divino y de lo mundano, sin concesiones, sin privilegios ni distinciones.

            Y supongo que los monólogos cómicos surgen así, de pronto; como una explosión, inspiración, idea brillante y genial… en esos momentos en que a solas te “recalientas” con cualquier suceso anodino que te distrae de tus tareas.
            Algo que ha hecho el perro, lo que te contó el vecino; un comentario o anuncio televisivo, una instantánea de la espera en la parada del bus, en la cola del súper, o las aventuras del compañero de trabajo

            Fruto, tal vez, de distendidas reuniones entre colegas, cuando ya alborea y la mente está confusa, espesa, pero infinitamente despierta… en ese clima de compadreo, del que siempre se sacan “grandes ideas”, preguntas muy chorras, burradas enormes, momentos muy gratos, frases muy hondas…

            Hace años, en una notable velada de fin de año entre familia y amigos, no recuerdo a propósito de por qué demonios o cómo empezó, se me vino a la mente “destripar” y descubrir las “razones de ser” del espejo de Blancanieves

      Ocurrencia que acabó, tras largas horas de risa y debate, en éste breve monólogo para la “reflexión”/distensión, que espero algo os entretenga.


El espejo de Blancanieves
visto por sí mismo


La súbita fama que alcancé a cierta edad, marcó trágicamente el rumbo de mis días y sesgó temprano el verdadero objeto que persigue todo espejo: 

El reflejo.

        Ascendido por la malvada mujer del cuento a asesor de imagen (¡¡ni más ni menos!!) sin estar dotado para ello, me vi inmerso en un turbio universo en que abundaban las envidias y  ambiciones; las traiciones, la trivialidad y el hedonismo.

        Y como yo mismo confesé hace años en una charla que de mucho me sirvió, sucumbí al miedo y acepté la miserable condición de “Embustero Mayor del Reino”, sólo por tratar de conservar a toda costa mi empleo, y con ánimo y servil propósito rastrero, de enaltecer y reforzar la vanidad enfermiza de mi perversa ama.

        Había perdido el norte; el sentido de la vida. Mi existencia no tenía ningún valor desde el mismo momento en que empecé a dar mi opinión. No importaba ya que ésta fuese favorable a esto o a lo otro. Lo verdaderamente importante era que había dejado de serpara ser algo muy distinto a lo que DEBÍA SER.

Diseño en Freehand y Photoshop

        Cobarde donde los haya, temía ser destituido por mi señora si confesaba la realidad que mis ojos contemplaban… y decidí mentir como un bellaco.

        Un buen día, no sé bien por qué (porque no fue, desde luego, un repentino arrebato de valentía), dije la VERDAD: Blancanieves era más bella que mi despótica dueña...

         ¡¡Válgame Dios!!, ¡¡menudo carácter!!...

         Fue tan tremendo el golpe al estrellarme contra lo más duro de la cómoda, que lo que fuera un límpido, brillante y homogéneo espejo, se tornó añicos…Pedazos de pedazos, nada más... imagen desdibujada, distorsionada, torpemente reflejada; esperpento de un espejo de tocador…

        Al final, fui un auténtico imbécil; un imbécil con dignidad, eso sí… pero un perfecto imbécil que poco gozó, en definitiva, de plena identidad en conciencia.

        Esto es, probablemente, lo que queríais oír.

        Lo cierto, sin embargo, es que al tratarse de un problema de identidad, y de asumir un papel que no correspondía a la naturaleza de “mi especie”, no tenía ni la más remota  idea de belleza, y no tenía, por consiguiente, ni la más remota idea de lo que decía.

        O también, como a fin de cuentas no era más que un “trepa” de tantos, al ver que mi señora se marchitaba sin remedio, al tiempo que florecía una muchacha que muy bien podría llegar a reina el día de mañana, chaquetero y oportunista donde los haya, decidí abrirme un hueco en ese inminente mañana…

        Pero bien podría ser, ¿por qué no?, que enamorado hasta el tuétano de aquella perversa mujer, dijese lo que para mí era y sería siempre cierto: Ella era la más bella de entre todas las damas.

Dedicado a aquellos que tanto pensaron como espejos para poder comprenderme.


Diagnóstico: Personalidad Múltiple.

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