El monólogo cómico, atemporal y siempre en boga, viene a
ser algo así como una caricatura. Se trata de
recrearse en la exageración
y disección de las singularidades y detalles de……, con precisión de
cirujano y minuciosidad escrupulosa. Abordar desde un ángulo insólito, buscar los “tres pies del gato” (y encontrarlos), para dar “esa
vuelta de tuerca” capaz de destapar y desnudar, bajo el tibio crisol de la risa
que todo lo absuelve y condona.
Es el arte de la introspección e
intromisión, sin orden judicial ni espíritu de enmienda, en "territorio comanche"; en el orden de lo divino y de lo mundano, sin
concesiones, sin privilegios ni distinciones.
Y
supongo que los monólogos cómicos surgen así, de pronto; como una
explosión, inspiración, idea brillante y genial… en esos momentos en que a
solas te “recalientas” con cualquier suceso anodino que te distrae de tus
tareas.
Algo
que ha hecho el perro, lo que te contó el vecino; un comentario o anuncio televisivo, una instantánea de la espera en la parada del bus, en la cola
del súper, o las
aventuras del compañero de trabajo…
Fruto, tal vez, de distendidas reuniones entre
colegas, cuando ya alborea y la mente está confusa, espesa, pero
infinitamente despierta… en ese clima de compadreo, del que
siempre se sacan “grandes ideas”, preguntas muy chorras, burradas enormes,
momentos muy gratos, frases muy hondas…
Hace
años, en una notable velada de fin de año entre familia y amigos, no recuerdo a
propósito de por qué demonios o cómo empezó, se me vino a la mente “destripar” y descubrir las “razones de
ser” del espejo de Blancanieves.
Ocurrencia que acabó, tras largas
horas de risa y debate, en éste breve monólogo para la “reflexión”/distensión, que espero algo os entretenga.
El espejo de Blancanieves
visto por sí mismo
El reflejo.
Ascendido
por la malvada mujer del cuento a asesor
de imagen (¡¡ni más ni menos!!) sin estar dotado para ello, me vi inmerso
en un turbio universo
en que abundaban las envidias y
ambiciones; las traiciones, la trivialidad y el hedonismo.
Y como yo mismo confesé hace años en una
charla que de mucho me sirvió, sucumbí al miedo y acepté la miserable condición
de “Embustero Mayor del Reino”, sólo por tratar de conservar a toda
costa mi empleo, y con ánimo y servil
propósito rastrero, de enaltecer y reforzar
la vanidad enfermiza de mi perversa ama.
Había
perdido el norte; el sentido de la vida. Mi
existencia no tenía ningún valor desde el mismo momento en que empecé a dar mi
opinión. No importaba ya que ésta fuese favorable a esto o a lo otro. Lo
verdaderamente importante era que había dejado de ser… para ser algo muy distinto a lo que DEBÍA SER.
Cobarde donde los haya, temía ser destituido por mi
señora si confesaba la realidad que mis ojos contemplaban… y decidí mentir
como un bellaco.
Un buen día, no sé bien por qué (porque
no fue, desde luego, un repentino arrebato de valentía), dije la VERDAD: Blancanieves era más bella que mi despótica dueña...
¡¡Válgame Dios!!, ¡¡menudo carácter!!...
Fue tan tremendo
el golpe al estrellarme contra lo más duro de la cómoda, que lo que fuera
un límpido, brillante y homogéneo espejo, se tornó añicos…Pedazos de pedazos,
nada más... imagen desdibujada, distorsionada, torpemente reflejada; esperpento de un espejo de tocador…
Al final, fui un auténtico imbécil; un imbécil
con dignidad, eso sí… pero un perfecto imbécil que poco
gozó, en definitiva, de plena identidad en conciencia.
Esto es, probablemente, lo que queríais
oír.
Lo cierto, sin embargo, es que al
tratarse de un problema de identidad, y de asumir un papel que no correspondía a la naturaleza de “mi especie”, no tenía ni la más remota idea de
belleza, y no tenía, por consiguiente, ni la más remota idea de lo que decía.
O también, como a fin de cuentas no era más que un “trepa” de tantos, al ver que mi señora se
marchitaba sin remedio, al tiempo que florecía una muchacha que muy bien podría
llegar a reina el día de mañana, chaquetero y oportunista donde los
haya, decidí abrirme un hueco en ese inminente
mañana…
Pero bien podría ser, ¿por qué no?, que enamorado
hasta el tuétano de aquella perversa mujer, dijese lo que para
mí era y sería siempre cierto: Ella era la
más bella de entre todas las damas.
Dedicado a aquellos que tanto pensaron
como espejos para poder comprenderme.
Diagnóstico:
Personalidad Múltiple.
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