Y qué CASUALIDAD
que el museo se encuentre en BARCELONA, y que tanto revuelo y tanto alboroto se
originase…
Alboroto… porque los comisarios decidieron declararse
en rebeldía, “hecho insólito en 25 años”, como apuntaba el director del Museo
de Arte Contemporáneo, Bartomeu Marí, que la semana pasada optó por cancelar una
exposición a escasas horas de su apertura, ante la insubordinación y desacato
de los mentados comisarios, que se negaron a retirar una polémica escultura en
la que “Juan Carlos I es sodomizado por una fulana,
conocida revolucionaria latinoamericana, a la que sodomiza a su vez un perro,
un lobo o yo que sé, mientras el monarca vomita no sé qué suerte de hierbajos”…
Casualidad que se me antoja demasiado casual, y
que de algún modo me lleva a pensar que no se trata (o no sólo) de recordar al
pobrecito indígena sometido por los pueblos conquistadores, etc., etc., sino de otro obtuso intento de patadita en la entrepierna a esta España nuestra, para de nuevo medir fuerzas y echar pulsos sin
sentido a toda costa y bajo cualquier pretexto, valiéndose para ello de uno de
los símbolos del Estado Español y su Constitución, y de unos “artistas”
extranjeros que seguro, además, se llevarán un buen pellizco de NUESTRO dinero.
Ni “arte denuncia” en repulsa del desafortunado
ejercicio de la opresión para con los pueblos indígenas en los tiempos de “Mari
Castaña”, ¡¡válgame el cielo!!… ¿Y qué pinta, digo yo, a todo esto (en todo aquello), Juan Carlos I?;
ni mucho menos y precisamente en un museo ubicado en la mismísima España (“mal que les pese a unos pocos”), en contra
del que hasta hace menos de un año ha sido nuestro monarca, por mucho que
seamos o no partidarios de la mancillada institución… Es una cuestión de
dignidad, de defender la honorabilidad (de lo nuestro y de los nuestros, o de
otros si se tercia por similares razones), de reivindicar sus derechos y desautorizar el sesgo intencionado en que se ve
inmersa tal escultura, al involucrar y comprometer a un personaje de nuestra
historia presente, con sucesos que forman parte de un pasado muy remoto, y que de nada y para nada puede servir, hoy
por hoy, superadas las trabas del pensamiento y proceder de aquellos tiempos de
despotismos y absolutismos, barbarismos y colonialismos.
“La prueba de la grandeza
de una de obra de arte se halla en su capacidad de sublimación; en el momento
en que la contemplación eleva al espectador por encima de las dimensiones de su
propio yo, está viviendo una experiencia similar en muchos aspectos a la del
místico”. (Historia del Arte; A Fernández-E.
Barnechea- J. Haro; Vicens-Vives).
Fotografía El País |
Ni sublima, ni arrebata en su contemplación, ni
eleva o transporta el espíritu, ni desde luego podría compararse a la
experiencia del éxtasis místico… Normalita y mediocre, algo burda, algo tosca y
primitiva (ni fu, ni fa, vamos) en lo tocante a ejecución
técnica y calidad del trazo esculpido...; y aberrante y absurda (fuera de lugar)
en cuanto al “pretendido mensaje de autor”.
Siempre he sentido una especial inclinación por
el arte. Cierto es que no aprecio en la misma medida todas las vertientes y/o
estilos que abarca (tengo mis preferencias y “favoritos”); y cierto también,
sin embargo, que mi mente y mi espíritu están abiertos y se muestran proclives
y flexibles a la contemplación y análisis del mismo.
No soy monárquica; los reyes, los príncipes y princesas, los reservo
y conservo en el cajón en que guardo los cuentos que de niña leía una y otra
vez.
Sí soy, en cualquier caso, alguien que agradece y valora ciertos principios
y costumbres. Los buenos modos, la educación, el respeto, el tacto y buen gusto,
por ejemplo. La
versatilidad y prodigiosa capacidad del ser humano, y sobre todo del que se
precia y aprecia en su genio e ingenio, para poder expresar en “cualquier forma” sus
pensamientos e ideas, para manifestar libremente y sin trabas, sus
reivindicaciones, críticas y denuncias… siempre y cuando esa forma o manifestación no se revista de grosería,
de insulto, de ofensa despiadada y “ desmadre a la americana”, para herir y
atentar “por la cara”, y enmascarar el mal gusto, la falta de educación y
moral, el libertinaje puro y duro, y la
tomadura de pelo… y confundirlo con lo que se pretende llamar arte, para así
poder “liarse la manta a la cabeza”, y rozar el límite de lo calumnioso y
deshonesto, del atentado
contra el honor y la imagen, de la desfachatez sin más límite ni frontera que
la de pretender que, con la venia del “arte
por el arte”, “comulguemos con ruedas de
molino” y dejemos que, precisamente y muy a propósito de la obra en cuestión, “nos
den por ahí” sin siquiera
sonrojarse o despeinarse, y desde luego vanagloriarse después (seguro y a
carcajadas).
Me gustaría que tratasen los tales artistas de
hacer lo mismo en Gran Bretaña, y contemplar después (en la propia carne, a
buen seguro) las consecuencias derivadas de su arte libre y reivindicativo. Me
gustaría también que pensasen, reflexionasen, depurasen y reorganizasen
conceptos en su bendita y pretendida testa de artistas, y que acabasen por
discernir y distinguir que no todo es arte, ni cualquiera
artista… y que no es menester confundir las churras con las merinas (o las
Meninas, ja, ja; y a propósito de obras de arte)…
¿Qué?... no
sé, en verdad, qué se pretende con todo esto… más allá del alboroto, de lo soez
y repulsivo, abusivo e intolerable; más allá de, simple y llanamente, pitorrearse
y reírse en nuestra mismísima cara; reírse de España, de los españoles, de su
historia, monarca e instituciones… a costa del “arte”, y de la indigna
connivencia de unos cuantos… que ni entienden de arte, ni tienen vergüenza, ni
capacidad para sublimarse, conmoverse o cautivarse…
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