“Cerraron
sus ojos, que aún tenía abiertos; taparon su cara con un blanco lienzo; y unos
sollozando, otros en silencio, de la triste alcoba todos se salieron (…).
Despertaba el día, y a su albor primero, con sus mil ruidos despertaba el
pueblo. Ante aquel contraste de vida y misterios, de luz y tinieblas, medité un
momento. ¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos! (…) En las largas noches
del helado invierno, cuando las maderas crujir hace el viento y azota los
vidrios el fuerte aguacero, de la pobre niña a solas me acuerdo. Allí cae la
lluvia con un son eterno; allí la combate el soplo del cierzo. Del húmedo muro
tendida en el hueco, acaso de frío se hielan sus huesos. ¿Vuelve el polvo al
polvo?, ¿vuela el alma al cielo?, ¿Todo es vil materia, podredumbre y cieno?.
¡No sé; pero hay algo que explicar no puedo que al par nos infunde repugnancia
y duelo, al dejar tan tristes, tan solos, los muertos!.” (Gustavo Adolfo
Becker)
Tristes, no sé;
con algo de frio, tal vez; y solos, lo que se dice solos… ¡¡pues va a ser que no!!… ¡¡Qué va!!...
Son tantos, Gustavo Adolfo, ¡¡tan apretados y tan rodeados del bullicioso
devenir del ser humano!!...que seguro que
tú, con esa mirada tuya tan de seda y algodón, tan de alma, sentimiento y corazón… tan humana y cómplice de lo que en
la entraña late, habrías sentido el hielo resbalar por las lágrimas…y el alma entera encogerse, muda y
congelada.
¡¡Una momia en la azotea… y 250 cadáveres en
el sótano!!.No es el
título de la última de Tarantino, o de Alex de la Iglesia; no es un thriller de
Amenábar, ni una entretenida y desternillante comedia de enredo y disparate.… Y
(¡¡gracias a Dios!!), tampoco se trata de la última macabrada del último súper
psicópata y su historial de horripilantes crímenes y atrocidades…
Resulta que en la facultad de Medicina de la
Universidad Complutense de Madrid, han encontrado una momia (¡¡en la azotea!!),
y 250 “cadáveres” amontonados en el sótano.
Dicen que se trata de una cuestión de “fondos”. Yo diría, más bien, cuestión de FONDO. El fondo de la entraña, de la conciencia, de la ética personal
y profesional, de la responsabilidad y el respeto, del agradecimiento y la delicadeza, de la humanidad y empatía…
de la racionalidad y cordura. Porque con esto de la dichosa crisis, de la
escasez y apretura presupuestaria, parece que se justifica y puede tolerar
todo. “No hay dinero, no se pone en marcha el incinerador.” ¿Cómo?,
¿qué?...
De no haberse descubierto por casualidad (¡¡menuda sorpresita, caramba!!) la liebre habría muerto, también, en
algún oscuro rincón de la institución
docente, a esperar su turno, como los otros... para cuando la crisis remita,
¿no?.
¡¡Miedo me da ponerme a investigar…!!. Que si el resto de
Facultades de Medicina de España, que si las de Veterinaria… que si
laboratorios, clínicas, mataderos, hospitales…
Pero tampoco se trata de eso. Se trata de que no hay
crisis (más que mental) que justifique un siniestro, escabroso y grotesco
“síndrome de Diógenes”, en uno de los epicentros del saber, en la cuna de la
medicina e investigación científica del mañana…
Los estudiantes entrevistados por la
Sexta TV expresaban su malestar… “porque
con todo esto no podemos hacer prácticas,
y teníamos que haber hecho disecciones que aún no se han llevado a cabo…”.
Todos los medios se hacían eco de la truculenta historia, e insistían en esclarecersi se incurría o no en riesgo sanitario, al tiempo que exhibían para el público el
esperpéntico espectáculo; esas kafkianas imágenes, esos vídeos que redundan en el horror, en el terror de un
suceso, aún inexplicable, de hoy.
Y los responsables, desbordados,
se parapetaban subrayando “lo de la
falta de presupuesto, y el cuestionable proceder de algunos medios, alegando
que no tenían derecho a grabar tal como habían hecho…”
A los que sentimos aún respeto por la vida y
por la muerte, independientemente de lo próxima o anónima que nos resulte, de
lo poco o de lo mucho que sentimentalmente nos afecte, sí nos afecta y
sobrecoge (como a Becker), el inusual protagonismo de los muertos; la profunda
indiferencia de los vivos…
No creo que a ellos (los muertos), les
importe mucho o poco si se apilan por aquí o por allá… pero sí creo que ninguno
de entre todos ellos, en su terrenal etapa, habría tomado parte activa (o
pasiva) en el desarrollo de tan espeluznante suceso.
Son muchas las dudas, las nieblas e
incógnitas que surcan mi mente, ¡¡ya ves!!... algunas puede que las resuelva,
según se va resolviendo este misterio… ¿cómo y por qué acabó la momia en la azotea?…
¿Acaso no cabían más en el
sótano?... Bueno, no sé, ¡¡más madera!!... y alguno seguro que me dirá que
había salido a tomar el fresco, o que en el sótano olía demasiado a muerto…