jueves, 23 de octubre de 2014

“Las bragas tienen importancia”

           Juan Antonio Simarro es uno de tantos y muchos de los preferentistas de Bankia que se encontraron, de la noche a la mañana, con que los ahorros de toda la vida se habían “volatilizado”. En su caso, 36.000 euros; ¡¡ahí es nada, dados los tiempos que corren!!.
                Y sin embargo, los hay que han perdido mucho más, y no han tenido “tanta suerte” como Jose Antonio, que al menos ha conseguido recuperar una parte de lo invertido.

                “Quien no llora, no mama”, según dicen. Y como el mismo Simarro asegura, “las bragas tienen importancia”.

                Y es que este hombre, indignado y desesperado; incapaz de “sentarse mano sobre mano” a esperar que el lento curso de la Justicia haga (si acaso) eso, ¡¡Justicia!!; incapaz de quedarse quieto, callado… decidió pasar a la acción de una forma un tanto peculiar.

                Y así, acudía a cuantas manifestaciones, concentraciones y protestas se organizaban, en ropa interior. Ataviado con unas “bragas de las de antes, con sus puntillas y todo”, según comentaba para ARV (La Sexta) el pasado lunes 20 de octubre.
                Y aunque en principio el objetivo no era otro que el de recrear fielmente la realidad en la que se veía inmerso a raíz de los “polémicos fondos que se quedaron sin fondo” (“en pelotas”, ¡¡vaya!!), Jose Antonio ha logrado, gracias a unas bragas, ser de los primeros en recibir parte del dinero invertido.

Recupera su dinero gracias a unas bragas.
                Y me alegro de veras por el simpático Señor Simarro, ¡¡claro que sí!!, ¡¡olé!!... Tanto como me avergüenza (¡ay!), que el funcionamiento de la sociedad, que los engranajes del sistema establecido, sólo activen los resortes si recurrimos al “arte de lo estrafalario”, a la pérdida de papeles, identidad e integridad; si sobrepasamos los límites y las fronteras, si optamos por lo “transgresor”, si nos unimos al circo de transformar la íntima realidad en un patético “show”.

                Porque en verdad siento verdadera lástima. No hay derecho, no señor, a que un pobre hombre entrado ya en bastantes años, tenga que exhibirse en “paños menores” ante “el mundo mundial”, para que de verdad se le vea, para que de verdad se le escuche; para que se le tenga en cuenta en esta selva de sinvergüenzas.
                No podemos consentir que se nos lleve al borde mismo de la locura, de lo denigrante y sangrante, para conseguir que se haga justicia con nuestra causa, que se nos devuelva lo que legítimamente nos pertenece.

                Reitero lo de legítimo, porque me parece de auténtica sabandija el aferrarse a que “no leyeron, no entendieron bien…”. Seguro que algo de eso podría haber, seguro que muchos son bastante mayores (con “dificultades” para leer), seguro que muchos hasta carecían de estudios… Seguro, seguro… Pero lo que es seguro, es que sí, SON MUCHOS, y lo que ya es menos probable, es que se den EN TANTOS esas circunstancias extraordinarias a las que agarrarnos. No, no vale.