Un “sonoro pedo”
compromete la reputación de Cuétara.
Un
detalle tan tonto como una frase escueta y una simple secuencia de imágenes, bastan
para poder arruinar una brillante trayectoria.
-“¡¡Para chulo… mi culo!!”- , y
desde un “interminable” primer plano del culo en cuestión, la criatura de Choco
Flakes se tira un hermoso, apestoso y estupendo pedo, en las mismas narices de…
los espectadores, los destinatarios, los consumidores potenciales (niños,
madres y padres). ¡¡Muy gracioso, sí señor; muy apropiado y enriquecedor!!.
Cierto
es que el “pequeño monstruo” se presentó de inicio con un grotesco y primitivo proceder; tosco, bruto, burdo en sus maneras;
visceral e irreflexivo en su actitud. Bueno, vale… Los creativos de Cuétara
han decidido apostar por el impacto de
lo agresivo, de lo transgresor…
Sin
embargo, la evolución (renovación) del anuncio (sin tener tampoco mayor
trascendencia), sobrepasa los límites de lo soez, de lo grosero. Atenta contra las inteligencias que
creían haber superado el simplismo del “teta, pedo, culo, pis”; atenta contra
la sensibilidad, contra la educación y el buen gusto…
¿Son
éstos los recursos, estrategias y aliados con que contamos para captar y
fidelizar al consumidor?.
El público a conquistar es el de la tierna
infancia (en primera instancia), y sus padres y madres en un “segundo” plano determinante.
Esos
padres preocupados por la alimentación y
educación de sus hijos (los mismos que decidirán,
al final, “¿qué y con quién van a desayunar?...”).
Esos
padres que creen que la educación es un
pilar fundamental del que no se debería prescindir bajo ningún concepto o
pretexto, en ningún contexto; que quieren
hacer de sus hijos adultos sanos, bien alimentados y correctamente educados;
que velarán por ellos noche y día (hipotecando la vida), y procurarán evitar la injerencia de desafortunadas influencias,
peligrosas compañías…
Y esos
padres, deciden
hoy, ahora… que sus hijos SÍ desayunarán su gran tazón de cereales enriquecidos con
“cientillones” de vitaminas y minerales, de alguna de las “cientillones” de
marcas emblemáticas a disposición en el mercado. Pero casi seguro que optarán por aquellos en los que no se ensalzan las
faltas de respeto; sin pedos, sin culos… cereales en estado puro, ¡vaya!; sin
criaturillas primitivas ejerciendo una desafortunada influencia en sus tiernos
retoños.
Y aunque están dando de qué
hablar… y eso (a veces), es bueno; o es, simplemente, lo que se pretendía, creo
que la decisión no ha sido acertada. Dudo que la campaña multiplique ventas, y
me inclino más por el “tirón de orejas” tras el “tropezón”, que seguramente
tampoco suponga más que su sutil retirada de pantalla.
Lo triste es que los equipos de
creativos, sus supervisores, y los supervisores de los supervisores, y los
supervisores de los supervisores de los supervisores (¡¡ja, ja!!), no sean
capaces de dar más de sí; que aplaudan y financien semejantes ocurrencias. No
pido ya un ejercicio artístico que destaque por calidad, originalidad,
creatividad, gancho… sólo pido un poquito de eso, y mucho menos de humor rancio
y desvaído, de muletilla correosa y vulgar.
Y por si sirve de algo, ahí van unos principios básicos en publicidad:
La publicidad debería proporcionar informaciónsobre las cualidades
y beneficios de un producto o servicio, de forma atractiva, impactante,
sugerente; debería incitar a, inclinar
hacia, provocar, captar la atención, el interés, incidir en la voluntad del
sujeto al que va destinada, para
potenciar el uso, consumo o
adquisición del mismo. Son muchas las disciplinas implicadas en la elaboración
de un anuncio (psicología, sociología, economía, estadística…), e infinitos
casi los recursos con que cuentan los publicistas… y el éxito de la propuesta,
del proyecto, del anuncio; la consecución de la meta establecida, dependen de
la elección y combinación de esos recursos, de los elementos e ideas a
disposición. Sin embargo, Cuétara ha
obviado estos principios básicos, se ha traicionado a sí misma, y ha echado por
tierra años y años de identidad justamente consagrada.