lunes, 20 de octubre de 2014

En su propia trampa

Un “sonoro pedo” compromete la reputación de Cuétara.

Un detalle tan tonto como una frase escueta y una simple secuencia de imágenes, bastan para poder arruinar una brillante trayectoria.
               -“¡¡Para chulo… mi culo!!”- , y desde un “interminable” primer plano del culo en cuestión, la criatura de Choco Flakes se tira un hermoso, apestoso y estupendo pedo, en las mismas narices de… los espectadores, los destinatarios, los consumidores potenciales (niños, madres y padres). ¡¡Muy gracioso, sí señor; muy apropiado y enriquecedor!!.

                Cierto es que el “pequeño monstruo” se presentó de inicio con un grotesco y primitivo proceder; tosco, bruto, burdo en sus maneras; visceral e irreflexivo en su actitud. Bueno, vale… Los creativos de Cuétara han decidido apostar por el impacto de lo agresivo, de lo transgresor…
                Sin embargo, la evolución (renovación) del anuncio (sin tener tampoco mayor trascendencia), sobrepasa los límites de lo soez, de lo grosero. Atenta contra las inteligencias que creían haber superado el simplismo del “teta, pedo, culo, pis”; atenta contra la sensibilidad, contra la educación y el buen gusto…
                ¿Son éstos los recursos, estrategias y aliados con que contamos para captar y fidelizar al consumidor?.
                El público a conquistar es el de la tierna infancia (en primera instancia), y sus padres y madres en un “segundo” plano determinante.
                Esos padres preocupados por la alimentación y educación de sus hijos (los mismos que decidirán, al final, “¿qué y con quién van a desayunar?...”).
                Esos padres que creen que la educación es un pilar fundamental del que no se debería prescindir bajo ningún concepto o pretexto, en ningún contexto; que quieren hacer de sus hijos adultos sanos, bien alimentados y correctamente educados; que velarán por ellos noche y día (hipotecando la vida), y procurarán evitar la injerencia de desafortunadas influencias, peligrosas compañías…
                Y esos padres, deciden hoy, ahora… que sus hijos SÍ desayunarán su gran tazón de cereales enriquecidos con “cientillones” de vitaminas y minerales, de alguna de las “cientillones” de marcas emblemáticas a disposición en el mercado. Pero casi seguro que optarán por aquellos en los que no se ensalzan las faltas de respeto; sin pedos, sin culos… cereales en estado puro, ¡vaya!; sin criaturillas primitivas ejerciendo una desafortunada influencia en sus tiernos retoños.

                Y aunque  están dando de qué hablar… y eso (a veces), es bueno; o es, simplemente, lo que se pretendía, creo que la decisión no ha sido acertada. Dudo que la campaña multiplique ventas, y me inclino más por el “tirón de orejas” tras el “tropezón”, que seguramente tampoco suponga más que su sutil retirada de pantalla.

                Lo triste es que los equipos de creativos, sus supervisores, y los supervisores de los supervisores, y los supervisores de los supervisores de los supervisores (¡¡ja, ja!!), no sean capaces de dar más de sí; que aplaudan y financien semejantes ocurrencias. No pido ya un ejercicio artístico que destaque por calidad, originalidad, creatividad, gancho… sólo pido un poquito de eso, y mucho menos de humor rancio y desvaído, de muletilla correosa y vulgar.

                    Y por si sirve de algo, ahí van unos principios básicos en publicidad:

                La publicidad debería proporcionar informaciónsobre las cualidades y beneficios de un producto o servicio, de forma atractiva, impactante, sugerente; debería incitar a, inclinar hacia, provocar, captar la atención, el interés, incidir en la voluntad del sujeto al que va destinada, para potenciar el uso, consumo o adquisición del mismo. Son muchas las disciplinas implicadas en la elaboración de un anuncio (psicología, sociología, economía, estadística…), e infinitos casi los recursos con que cuentan los publicistas… y el éxito de la propuesta, del proyecto, del anuncio; la consecución de la meta establecida, dependen de la elección y combinación de esos recursos, de los elementos e ideas a disposición. Sin embargo, Cuétara ha obviado estos principios básicos, se ha traicionado a sí misma, y ha echado por tierra años y años de identidad justamente consagrada.