lunes, 20 de octubre de 2014

El traje “no le quedaba pequeño al doctor Parra”


El traje nos queda grande a todos...

             No contábamos con el Ébola, queridas criaturas de la galaxia. Contábamos con seguir torciendo la cabeza con garbo y soltura, para no sentir el horror que asola al continente africano, sólo porque nosotros nos sentíamos a salvo, y porque, además, ¡¡nos importa muy poco (por no utilizar términos menos ortodoxos), el dichoso continente africano!!.

                No me sorprende que en España no estemos preparados para hacer frente a un virus de la magnitud del Ébola. No me sorprende que no dispongamos de equipos, de medios y tratamientos. No me sorprende que pequemos de confiados, de inocentes insensatos. No me sorprenden el desconocimiento, la incertidumbre y prisas… no me sorprende que la situación sobrepase a unos y otros, y que… unos por otros, "nos acabemos contagiando".
                No me sorprende que los profesionales no sean tan profesionales, que impere la actitud del “rebaño” que asiente y actúa sin tan siquiera apelar al sentido común.
                No me sorprende que los políticos se muestren prepotentes, insolentes, escasos de sensibilidad y nulos en tacto, que los laboratorios lleven décadas “en brazos de Morfeo”, más preocupados por el bótox, el ácido hialurónico y la coencima Q10, que por descubrir cómo combatir un virus que se ha cobrado miles de vidas.
                Lo que me sorprende es la hipocresía… Sabíamos esto, y sabemos más… Sabemos que se mueren de hambre, de Ébola, de sida y de lepra… Sabemos que no estamos ni preparados, ni cualificados, ni educados y sensibilizados; sabemos que imperan la chapuza y la codicia.
           Lo que me sorprende es que el único objetivo de unos y otros, y sobre todo de mis compañeros de profesión (los periodistas), sea el de “cortar cabezas” y hacerlas rodar con estrépito por el “plató”. Estirar la información, un día tras otro, en una sola dirección…... y la desgraciada costumbre adquirida, de convertir  la noticia en un “reality show”.
                Lo que me sorprende es que ante y frente a realidades de tal magnitud y gravedad, los medios se circunscriban a la búsqueda de responsables y culpables, a la alarma social, en lugar de tratar de responder a las preguntas básicas que conforman el cuerpo de cualquier noticia, y que son las que ahora interesan al grueso de la población; en lugar de investigar, ahondar, buscar y rebuscar entre el cielo y la tierra, para poder esclarecer, o acaso encontrar una línea de actuación factible que nos abra a la esperanza.¿Dónde queda la responsabilidad para con la ciudadanía, dónde el periodismo de precisión, dónde la investigación?
            No me sorprende que Excálibur sea, al fin, la víctima inocente de lo que muchos han transformado en patético “culebrón". ¡¡Es un perro, nada más!!; daños colaterales. No me sorprende, pero me enerva, sí. Porque aún desde el alma del “desalmado”, Excálibur habría servido, ¡¡vivo!!, para tratar de ir un poco más allá, en aras de la investigación, del descubrimiento de parámetros de contagio y actuación del virus letal.
               Lo que nos importa ahora, lo notable de la información, es el “cómo” se produjo el contagio. Intuimos que la razón, el porqué,  viene dado por falta de medios y equipos, de organización y formación. Pero queremos saber, exactamente, si efectivamente hubo o no un fallo humano que supuso exposición y contacto directo (Teresa, ahora que ya está a salvo, ahora que se ha curado, dice que no, que se ajustó al protocolo y que no se tocó la cara con el guante), o si hemos de temer y sospechar que de esta cepa se desconocen los mecanismos precisos de contagio. Y no se trata de inculpar a la afectada, de convertirla en cabeza de turco en esta merienda de negros. Se trata de saber, para saberse tranquilo, porque son cada día más los individuos “aislados”, “bajo sospecha”, en España, en EE.UU, en Europa. Así, el cómo es fundamental en la estructura de la información, y el cómo es de importancia vital para evitar una pandemia que podría cobrarse miles de vidas.

                    Al margen de las responsabilidades que lícitamente se exijan en virtud de las chapuzas acaecidas, habrá que plantearse por qué no se ha dejado el caso en manos de los profesionales que suponemos están verdaderamente cualificados. Los equipos de médicos y veterinarios del ejército español, cuentan de seguro con más medios y experiencia, con más preparación y visión global de las pautas correctas de actuación. Porque no es el ministro el que acude a apagar los fuegos, que son los bomberos, y es buena cosa armarse de humildad para reconocer, aunque asuste un poco y lleven uniforme, que debemos recurrir y confiar en el colectivo de expertos con que contamos.


          Es buena cosa que los sanitarios y médicos civiles sean capaces de asumir la responsabilidad de reconocer que no se está capacitado, que no se dispone de lo necesario para operar con seguridad y coherencia, y no a “toro pasado”, auspiciados por el olor de la carnaza que van arrojando los medios, denunciar y confesar que la línea seguida ha sido más absurda y grotesca que una “peli” de los hermanos Marx. 
                  “Antes de… señores, con coraje”, aunque esto pueda suponer a priori una confrontación con los superiores, una amonestación, o la “pérdida” del trabajo. Porque es antes la vida propia, y el juramente hipocrático, la sensatez y el sentido común. No sin paracaídas, no sin chaleco… Seamos humildes, seamos sinceros…     ¡¡y hagamos de verdad algo; pero no aquí (o no sólo), allí, donde mueren a puñados... y no sólo porque es ébola, una amenaza inquietante que hasta ahora se circunscribía al continente africano...!!